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IV. Cenizas de icor
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IV. Cenizas de icor

Cenizas de icor
Las deidades absolvían y castigaban por igual. Se encontraba en su naturaleza ser jueces de almas insignificantes y existencias menos preciadas que la propia; dueños del universo, siempre observadores al margen del tiempo. ¿Qué podían entrañar los siglos, cuando la eternidad se hallaba a su merced?
Mas la humanidad en su afán de acercarse a aquello que no pudieran comprender, en lo que solo tuvieran que creer, presa de aquel deseo cósmico de sentirse trascendental en ese vasto infinito, había imaginado un dios afín a sus anhelos, un dios semejante que incluso había escogido perecer a su lado.
Como si la muerte pudiera alcanzarlos, tan antiguos como la creación, tan poderosos que pudieran contemplar el amanecer del mundo.
Un dios que tan solo sabía eximir los pecados mortales y por tanto, fue necesario concebir un enemigo que jugase a la condena eterna. Un ser que resultó no ser una divinidad porque divinidad en aquellos tiempos, solo parecía existir una.
Si tan solo aquellos miserables hubieran estado en el averno, recordarían el horror vivido. Porque las deidades no solo perdonaban, juzgaban la verdad de las ánimas.
—Todo esto resulta grotesco. ¿Cómo hemos terminado siendo solo uno para ellos?
Apolo y Artemisa aún vivían, relegados a las cenizas de una hoguera que ardió con demasiada fiereza, una luz mortecina que moraba en la memoria de unos predecesores más generosos, ahora distorsionada por corazones trastornados, en busca de un ideal que no correspondía más que a un delirio colectivo.
Caminaban entre mortales, mas no como lo hubieran hecho en sus días gloriosos sino como forasteros pertenecientes a otra era, a otro mundo.
—Aún mejor, ¿cómo hemos terminado siendo… eso?
Mas la humanidad en su afán de acercarse a aquello que no pudieran comprender, en lo que solo tuvieran que creer, presa de aquel deseo cósmico de sentirse trascendental en ese vasto infinito, había imaginado un dios afín a sus anhelos, un dios semejante que incluso había escogido perecer a su lado.
Como si la muerte pudiera alcanzarlos, tan antiguos como la creación, tan poderosos que pudieran contemplar el amanecer del mundo.
Un dios que tan solo sabía eximir los pecados mortales y por tanto, fue necesario concebir un enemigo que jugase a la condena eterna. Un ser que resultó no ser una divinidad porque divinidad en aquellos tiempos, solo parecía existir una.
Si tan solo aquellos miserables hubieran estado en el averno, recordarían el horror vivido. Porque las deidades no solo perdonaban, juzgaban la verdad de las ánimas.
—Todo esto resulta grotesco. ¿Cómo hemos terminado siendo solo uno para ellos?
Apolo y Artemisa aún vivían, relegados a las cenizas de una hoguera que ardió con demasiada fiereza, una luz mortecina que moraba en la memoria de unos predecesores más generosos, ahora distorsionada por corazones trastornados, en busca de un ideal que no correspondía más que a un delirio colectivo.
Caminaban entre mortales, mas no como lo hubieran hecho en sus días gloriosos sino como forasteros pertenecientes a otra era, a otro mundo.
—Aún mejor, ¿cómo hemos terminado siendo… eso?
Apolo | En la tierra | Con Artemisa
Re: IV. Cenizas de icor

Cenizas de icor
Como en la propia y salvaje naturaleza tuvieron que adaptarse para sobrevivir. Sin templos y sin ofrendas, sin fieles y sin deberes más allá que la propia existencia, así es como sobrevivían ahora. Todo ha cambiado a su alrededor, el mundo que Artemisa había conocido se derrumbó y de sus cenizas surgió otro nuevo, algo confuso, caótico, grotesco y terrible... sin lugar para ninguno de ellos.
Cuando escucha a su hermano alza la la vista hacia él, lo mira desesperada por darle una respuesta que lo deje satisfecho, pero aunque sus labios se entreabren no sale palabra alguna de ellos. No hay respuestas, su padre no pudo detener el avance de aquel nuevo Dios sin rostro ni nombre, ellos tampoco. Tuvieron que ver como todo se desvanecía, sus templos vacíos, destruidos para construir otros nuevos encima, sus territorios entregados sin su consentimiento a ese nuevo Dios, sus fieles dándoles la espalda...
- A ti por lo menos todavía te rezan, aunque solo sea a veces y... de esa manera. -responde con amargura, colgada del brazo de su hermano.
Todavía hay humanos que les rinden culto, pero ya no es como antaño, ahora son todo ceremonias pervertidas, ritos que nunca existieron. Ya casi nunca los llaman dioses, ahora son demonios o espíritus, también los llaman fantasías y mitos.
- Me aburro. -suelta de repente mientras observa su alrededor. En ese nuevo mundo la libertad está muy restringida y para las mujeres ni si quiera parece existir. Las ropas, largas y pesadas, la incomodan haciéndola echar todavía más en falta su vaporosa y corta túnica.- Es en momentos como este en los que no entiendo por qué decidí seguirte. -pero cuando lo piensa en seguida se acuerda. Lo sigue porque no quiere estar sola, lo sigue porque en ese mundo nuevo estaría absolutamente perdida sin su hermano.
Cuando escucha a su hermano alza la la vista hacia él, lo mira desesperada por darle una respuesta que lo deje satisfecho, pero aunque sus labios se entreabren no sale palabra alguna de ellos. No hay respuestas, su padre no pudo detener el avance de aquel nuevo Dios sin rostro ni nombre, ellos tampoco. Tuvieron que ver como todo se desvanecía, sus templos vacíos, destruidos para construir otros nuevos encima, sus territorios entregados sin su consentimiento a ese nuevo Dios, sus fieles dándoles la espalda...
- A ti por lo menos todavía te rezan, aunque solo sea a veces y... de esa manera. -responde con amargura, colgada del brazo de su hermano.
Todavía hay humanos que les rinden culto, pero ya no es como antaño, ahora son todo ceremonias pervertidas, ritos que nunca existieron. Ya casi nunca los llaman dioses, ahora son demonios o espíritus, también los llaman fantasías y mitos.
- Me aburro. -suelta de repente mientras observa su alrededor. En ese nuevo mundo la libertad está muy restringida y para las mujeres ni si quiera parece existir. Las ropas, largas y pesadas, la incomodan haciéndola echar todavía más en falta su vaporosa y corta túnica.- Es en momentos como este en los que no entiendo por qué decidí seguirte. -pero cuando lo piensa en seguida se acuerda. Lo sigue porque no quiere estar sola, lo sigue porque en ese mundo nuevo estaría absolutamente perdida sin su hermano.
Artemisa | En la tierra | Con Apolo
You think women are weak? Women are forged of iron. My body, it has bled and blazed and broken, and yet it beats on. I am iron. A little rusted, perhaps,
but still I endure.
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